09
Abr

Con la elección de Paul Ryan, el fitness ha entrado oficialmente en la campaña norteamericana. El candidato republicano a la vicepresidencia es un adicto al deporte. Duerme en su oficina, para ahorrarse un alquiler en Washington. Cada mañana, al despuntar el alba, se reúne con otra docena de legisladores, republicanos y demócratas, en el gimnasio del Capitolio, para someterse a una intensa y dolorosa sesión de entrenamiento ideada y comercializada por Tony Horton, un gurú televisivo del deporte que ha convertido sus rutinas de ejercicio fÃsico en un imperio de 400 millones de dólares anuales.
En Washington, una ciudad donde los polÃticos tienen poco tiempo para invertir en el gimnasio, Ryan es una notable excepción. Su abnegación es difÃcil de encontrar en el Capitolio. Presume de un porcentaje de grasa corporal de entre el 6% y el 8%. No come dulces y evita los fritos. El pasado 13 de agosto, al visitar una tÃpica feria veraniega en el condado de Iowa, se negó a probar los perritos calientes empanados, que son casi obligatorios para cualquier candidato en su posición. En enero, durante una entrevista en el canal Fox News, le regalaron una tarta, y dijo que gracias, pero que no la probarÃa, por su dieta.
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